Fábula: El león y la gacela

En este nuevo post os quería compartir un texto que escribí hace un tiempo, de cosecha propia y usando el género literario de la fábula. La fábula es una narración corta la cual acaba con una moraleja, una enseñanza o consejo a seguir en la vida. Es un género que siempre me ha gustado y creo que este relato puede encajar muy bien en estos tiempos. Sin más preámbulos, os dejo con el relato y ya os advierto que no seáis muy malos conmigo en esta primera incursión en este tipo de relatos. Todo comentario constructivo será bienvenido para mejorar.



Era un día normal en la sabana, todo estaba en calma y en un una zona rodeada de vegetación se cruzaron los caminos de un joven león y una joven gacela. Éste último al verlo comenzó a huir pero el león le dejó petrificado con sus palabras.
-          ¿Por qué corres? –le preguntó el león.
-          Es evidente, eres un león y me quieres comer –respondió la gacela.
-          No es verdad.
-          Si que lo es, todos los leones cazan gacelas.
-          No, todos no. Yo no lo hago, podemos ser amigos –le propuso el león.
-          Pero eres un león –dijo la gacela.
-          Y tú una gacela –contestó el león como si nada.
-          Ya, pero yo no le hago daño a nadie.
-          Te digo que yo tampoco. ¿Tú decidiste ser una gacela? Porque yo no decidí ser un león ni tener esta mala fama –le reprendió el león un poco cansado de la conversación.
-          Pues la verdad es que estoy muy solo, perdí a mi padre hace unos meses huyendo de una manada de leones – dijo la gacela apenada.
-          Vaya, lo siento mucho, yo perdí a mi mamá por culpa de un cazador y también estoy solo –le contesto el león también con voz triste-. Podemos continuar el viaje juntos si te apetece.
Y así fue, la gacela dejó atrás sus prejuicios y emprendió la marcha junto a su nuevo amigo el león. Fueron hablando de sus cosas, compartiendo anécdotas y forjando una buena amistad en muy poco tiempo. Al caer la noche, decidieron parar para acampar,  descansar y continuar el camino al día siguiente. En mitad de la noche un zumbido despertó a la gacela y vio muy cerca de su cara a una mosca.
-          ¿Estás loco? ¿Qué haces viajando con un león? –preguntó alarmada la mosca.
-          Es mi amigo, vamos buscando un hogar, un lugar seguro donde vivir –respondió tranquilamente la gacela.
-          ¿Te fías de él? ¿Acaso no sabes que los leones cazan gacelas? –volvió a preguntar la mosca.
-          Claro que lo sé, pero él es diferente –dijo la gacela muy seguro de sus palabras.
-          Eso es lo que te habrá dicho, pero está esperando el momento adecuado para atacar. No eres su amigo, eres su comida.
-          Mentira, estoy seguro de que no me hará daño –contestó la gacela, pero sus palabras no eran tan convincentes como al principio.
-          Ven conmigo, yo te guiaré hasta un lugar seguro, te mantendré a salvo y te encontraré un hogar.
La gacela había comenzado a dudar, su instinto le decía que el león era bueno y que no le haría daño, pero por otro lado sabía que lo leones en su naturaleza son depredadores y podía no estar a salvo. La mosca le había metido el miedo en el cuerpo y cedió ante él, así que decidió hacerle caso al insecto y dejó allí a su nuevo amigo. Comenzaron a andar y, aunque la conversación con la mosca no era tan divertida como lo había sido con el león, al menos estaba convencido de que un animal de ese tamaño jamás le podría hacer daño por lo que estaba más seguro con ella. Todo cambió al llegar a un enorme pastizal donde había una partida de leones esperando a su presa.
-          Buen trabajo amiga mosca, nos has traído un buen ejemplar, algo pequeño pero nos servirá como cena –dijo el que parecía ser el líder de la manada.
-          Es lo único que he encontrado y me ha sido fácil traerlo hasta aquí, es una gacela muy confiada –dijo en tono burlón.
La gacela estaba triste y no era porque sabía que acabaría en las garras de esos leones, sino por desconfiar de su amigo el león y haber hecho caso a la mosca. Cuando su final se acercaba, un rugido le hizo mirar atrás y allí se encontró con la mirada de su amigo.
-          Dejadle en paz, es mi amigo –dijo en tono amenazador el joven león.
-          ¿Hijo? ¿Eres tú? –preguntó incrédulo el jefe de la manada.
-          Sí, y quiero que dejéis en paz a mi amigo, no os ha hecho nada y seguiremos viajando juntos.
-          No puedes ser amigo de una gacela, es nuestra comida –respondió muy enfadado el padre del joven león.
-         Será tu comida pero no la mía, es mi amigo y nos dejaréis marchar a los dos. No quiero ser de la manada, no quiero ser como vosotros.
El líder de la manada aceptó de mala gana, lo hizo por su hijo pero le advirtió que no quería volverle a ver jamás, que era una vergüenza para la especie. El joven león y su amiga la gacela continuaron con su travesía, les llevó días de viaje pero finalmente encontraron un lugar seguro donde empezar a vivir su propia vida. 

Moraleja: Sigue tu instinto y no te guíes por los consejos de otros que pueden llevarte por mal camino. No juzgues a las personas por lo que son, sino por lo que quieren ser.

Comentarios

  1. Excelente post. Me ha encantado. Que bien encontrar este tipo de fabulas por aquí. Lo comparto.
    Un saludo

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu opinión, a ver si me animo con alguno más pronto. Un saludo.

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  2. Hermoso mensaje y buena reflexión para la vida en general. El ladrón siempre piensa que todos son de su misma condición. Hay excepciones

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  3. Muy bonito tu fábula, me gustó mucho, aprendí que debo ser yo mismo y no dejarme llevar por las ideas de otros, muchas gracias

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  4. VAS Y CHINGAS A TU PUTA MADRE, PINCHE HISTORIA PENDEJA

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