¿Qué ha pasado con el trabajo?

Hace unos días anunciaba en Twitter que había encontrado trabajo y que salia del paro ya, todo ha cambiado y vuelvo a estar en situación de desempleo. En este post os contaré qué ha pasado y los motivos que me han llevado a abandonar tan tempranamente este nuevo trabajo y el porqué me dejé llevar por la emoción al aceptarlo.

Empecemos por el principio de los tiempos, el viernes de la semana pasada cuando me llaman para hacer una entrevista de trabajo en la Zona Franca de Cádiz. Yo vivo en Chiclana de la Frontera, una localidad cercana, no tengo vehículo y debería coger autobús todos los días para desplazarme hasta el lugar de trabajo. Dicho autobús cuesta la friolera de 3,05 euros por viaje, ida y vuelta 6.10, lo que significa un total abuso del usuario para un viaje de 20 minutos. El caso es que el lunes siguiente me presento allí, me lleva mi señora esposa y nos explican las condiciones. Yo entendí en un primer momento que el sueldo que nos comentaban era neto y era unos 544 más incentivos. El trabajo era de teleoperador para una empresa que le trabajaría a la compañía Yoigo. Si te llamaban empezabas la formación al día siguiente que serían unas dos semanas.

De paro cobrábamos unos 50 euros más, así que la diferencia no era muy significativa. Además, tengo una amiga que trabaja en Cádiz y hace BlaBlaCar por lo que podía compartir el coche con ella a la ida, a la vuelta ella sale a la tarde y lo mio era una media jornada. Me dejé llevar por la emoción y acepté el trabajo. Las ganas de sentirte útil, encontrar algo que no te disgusta, que te enseñan y que te ves capaz de llegar a los incentivos hicieron el resto. Así que comencé la formación al día siguiente y muy bien, el que sería nuestro coordinador era un tío muy majo, daba mucha confianza y estábamos todos muy cómodos. Tuvimos la formación por parte de Yoigo, luego alguna de tecnología y tal y llegó el momento de conocer al jefe de la empresa. Ahí, cuando nos hablaron de las comisiones fue la primera vez que me enteré de que todo los sueldos que nos estaban diciendo eran brutos, no hablaban de neto porque cada uno tenía unas deducciones diferentes.

En ese momento me bajé de la nube, con la inestimable ayuda de mi señora y la familia. Nos iba a quedar unos 450 euros, euro arriba euro abajo. A esto había que descontarle que me iba a gastar una pasta en ir a Cádiz al menos 22 días al mes, un total de 80 euros. Era imposible vivir con lo que quedaba y yo seguía pensando en los incentivos, que eran muy buenos y me veía capaz de llegar a ellos. El problema también era claro, si yo no llego a ese incentivo en un par de meses voy a la calle, con un contrato así el paro que me quedaría es ínfimo y perdería el que tengo en la actualidad. Era otro gran riesgo que yo no quería ver.

Aquí tengo que agradecer la cabeza fría de mi señora que me hizo despertar aunque le costara aguantar mi mal humor. Me hizo entender que no podía reventarme a trabajar para luego no tener ni para comer y que no podíamos contar con un dinero abstracto en comisiones. Como os digo, las ansias de sentirme útil me jugaron una mala pasada y estuve a punto de arriesgar demasiado, un lujo que no nos podemos permitir en estos momentos.

Y es que estar en el paro es muy duro, te sientes un completo inútil todo el día en casa y sin poder ganarte el jornal para que a los tuyos no les falte de nada. Sentir que no sirves para nada con solo 27 años es más duro aún, saber que has estado toda la vida estudiando para labrarte un futuro y al final no te sirve de absolutamente nada. Habrá que ir acostumbrándose a la situación y, sobre todo, a vivir con ella. Hace relativamente poco que estoy en el paro y no puedo agarrarme a lo primero que venga, menos con una niña en el mundo por la que daría mi vida parar que no le falte de nada.

Agradecer a todas esas personas que se alegraron por mi salida del paro y dedicaron un segundo de su vida en darme la enhorabuena. Pronto tendréis que hacerlo de nuevo, os lo prometo.