Anécdotas de un Papá Camarero

Ayer volví a mi trabajo en el restaurante para dar un servicio de comunión. Aunque tengo mi trabajo de mañana, estoy planteándome hacer la tarde este verano en el mismo restaurante en el que trabajé el año pasado. Esto me hizo recordar las anécdotas que he vivido en ese lugar, un trabajo duro pero a veces con historias divertidas, otras embarazosas y otras que enfadan. Aquí están las mejores anécdotas de un Papá Camarero.

Cabe mencionar que el restaurante en el que trabajo, además es un hostal y cuando comencé a trabajar lo hice tanto de camarero como de recepcionista, así que alguna anécdota irá por ese lado.

El día que casi achicharro a una clienta

Esta ahora la recuerdo y me descojono de la risa pero en el momento lo pasé fatal. Puede ser la más top y por eso la pongo la primera. Todo comenzó una mañana de un día de verano, empezábamos el servicio de comida que allí suele ser más flojo, lo fuerte es en la noche. El caso es que uno de los postres estrellas de la casa es el soufflé el cual va flambeado en mesa. Cuando pedían un soufflé preparábamos una tetera pequeña con ron y azúcar y se calienta con la varilla de la máquina del café.

Sale el soufflé de cocina, preparo mi tetera y voy a la mesa. Era un matrimonio aunque el caballero estaba en el servicio. Pongo el soufflé en la parte de la señora, acerco mi mechero a la punta de la tetera y comienzo a verter el líquido. No sé que pasó pero noté el calor muy cerca y un leve movimiento de muñeca hizo que una pequeña chispilla de alcohol en llamas acabara en el vestido, que era como de croché o así, de la señora. Os juro que vi llama en su vestido y me acojoné vivo. Ella se levantó dándose manotazos en la barriga y yo me deshacía en disculpas con la cara descompuesta. Tengo que decir que la señora fue un 10 de persona que en todo momento me dijo que no pasaba nada que había sido un susto y que estaba todo bien. Fijaos si me quedé con mal cuerpo que antes de irse la mujer me dijo cambia la cara que no ha pasado nada hijo. Yo pensando para mis adentros señora que casi hago con usted aquí un Juana de Arcos.

La propina inesperada

En un día de mucho trabajo a la noche nos llega una mesa de una familia de ingleses muy simpática. Entre otras cosas, entré en este trabajo porque me defiendo con el inglés y todas las mesas de guiris me las dejaban a mi. El patriarca era un cachondo y cada vez que iba a la mesa nos partíamos de risa con alguna salida que tenía, además me las quería hacer en español y la verdad que no era su fuerte. Todo transcurrió normal, terminaron de comer, les llevé la cuenta, pagó y les llevé el cambio, unos 35 euros.

Recojo la carpeta con la cuenta, voy adentro y veo toda la vuelta ahí. Salgo corriendo para afuera y lo pillo en el pasillo ya casi saliendo del restaurante y le digo: Señor, que ha olvidado el cambio (todo esto en mi perfecto inglés gaditano). El tío se partía de la risa y me decía no no, es para ti. Me quedé con los ojos como platos y le di las gracias casi sin creérmelo aún. Hasta el momento que dejaran 10 euros me parecía una propina generosa, lo de esto hombre fue más allá. Cuando volvía a entrar pensé en lo vergonzoso de la situación, además que se rió en mi cara sin pudor ninguno el jodío inglés.

Hemos visto un cimbrel

En relación al hostal, recibimos a dos señoras maduritas barcelonesas que nada más llegar la estuvieron liando. 5 horas después de haberle entregado la llave de la habitación vinieron a decir que las habían perdido, bueno en realidad dejaron caer que alguien se las había robado. Su teoría era que las dejaron puesta en la puerta, alguien pasó y se la llevó. Un sin sentido que acabó con la camarera de pisos encontrando la llave y yo entregándosela dos días después mientras desayunaban, alegando que alguien las habría dejado allí.

Pero lo divertido es el día que están en la barra y comienzan a charlar conmigo mientras se toman un café. Me comentan que llegaron de marcha esa noche y cuando salieron a la terraza a fumar vieron algo insólito. El señor de la habitación de al lado se ve que tenía el gusto de salir como Dios lo trajo al mundo a la terraza y a ellas eso les parecía un escándalo. Me preguntaron si podíamos darle un toque de atención y les comenté lo violento que podría ser la situación, además que el señor en su habitación podía hacer lo que quisiera, faltaría más. Al comentarlo con los jefes nos partíamos de la risa fantaseando en ir a decirle al señor si se podía guardar el cimbrel cuando saliera a la terraza.

La mala educación en persona

En muchas ocasiones tenemos que aguantar malos modos de clientes pero siempre procura uno morderse la lengua y seguir a lo suyo. Hubo un día que no lo pude remediar y fue porque el feo no me vino de cara, sino a otros clientes. Llegó una familia italiana, al menos el hombre lo era, y venían sin reserva. Les indiqué la única mesa que quedaba libre y ellos aceptaron, todos menos el hombre que estaba aparcando el coche. 

Cuando él llego, yo estaba repartiendo las cartas y empezó a reprocharle a la mujer que ese sitio no le gustaba alegando que: aquí hay bichos, mosquitos y un niño llorando. Efectivamente había un bebé de meses en la mesa de al lado llorando mientras su madre intentaba calmarlo. Le ofrezco que si lo prefieren dentro hay sitio y vuelve a repetir que mejor, que aquí el niño le molesta llorando, esto lo repite mientras mira a la mesa de al lado y noto la incomodidad de los otros clientes. Le pedí que me acompañaran dentro y le dije que lo mejor para el bebé efectivamente era que él no estuviera  a su lado. El tío siguió refunfuñando mientras iban para adentro y una de sus hijas se disculpaba por la actitud de su padre. Luego fui a la mesa del matrimonio con el bebé y les pedí disculpas por la actitud del señor, a la vez que ellos me daban las gracias por el comentario.

4 personas, 1 habitación

Llega al hostal un matrimonio con dos hijos creciditos y al mirar el ordenador veo que tienen puesta una habitación de tres. Aquí supe que iba a tener problemas y es que mi jefe no soportaba que hicieran esas cosas, lo de que se hacinaran tanta gente en una sola habitación. Al ser guiris mi jefe me dijo que continuara normal y entrego la llave y explico el tema piscina y demás. Cuando termino, me quedo detrás del mostrador y veo que ellos me mira y yo los miro. Algo está fallando.

El silencio se rompe cuando la mujer me pregunta si esa llave vale para las dos habitaciones y a mi empezaban a entrarme los nervios. ¿Qué 2 habitaciones? Me enseña su reserva de booking en perfecto holandes y veo que tienen dos habitaciones reservadas. El jefe había visto una reserva de booking pero no se había fijado que en era una reserva pero de dos habitaciones y solo les había colocado una. Esto en pleno agosto y con el hostal y los apartamentos llenos. Fue un gran tierra trágame y estuvimos en tensión hasta buscarle una solución. Pudimos hacer un cambio entre apartamento y habitaciones y darles uno. Finalmente nos abandonaron al día siguiente porque preferían habitaciones y no un apartamento. De nuevo tuvimos suerte porque eso llega a pasar con gente de aquí y nos fusilan.

Los peligros del aceite

Uno de los platos estrellas del restaurante es la Ijada de atún rojo de almadraba el cual va aderezado con aceite de oliva en una bandejita alargada que trae muchos problemas. Nos situamos en una noche de agosto con la terraza a rebosar y gente en la lista de espera. Saco uno de esos platos y al llegar a la mesa no controlo bien la frenada, salpicando un chorreón de aceite que se quedó a centímetros de acabar en el vestido de la señora comensal.

¿Qué haces? ¡Ten cuidado! La tía se puso roja como un tomate y el marido le decía tranquila que no te ha caído. Ella emperrada en el mundo de y si me hubiera manchado es que tiene que tener más cuidado, tal cual. Yo le pedía disculpas pero la señora seguía en su actitud déspota y formando un mingo que se ocultaba por el barullo del resto de la terraza. Ella seguía diciendo que si la llego a manchar le tenía que pagar la tintorería y yo ya hasta los huevos le pregunte: ¿Señora se ha manchado? y contestó: No, pero... Pues ya le he pedido disculpas, ha sido un fallo y ya está, la corté antes de que volviera a recordar el "y si..." De nuevo me encontré con un marido pidiéndome disculpas por la mala educación de la señora.

Un tierra trágame ajeno

Este es de ayer mismo en la comunión y es que en la terraza colocamos la mesa de los niños de la que me encargué yo. En uno de los jardines montaron el photocall y el globo hinchable. Cuando los niños ya habían comido en su mayoría, se llenó y comenzaron a jugar. En esto que estoy dando vueltas por la mesa por si les hace falta algo o podía recoger algún plato y comienzan a salir adultos para fumar. Salieron dos señores mayorcetes y estuvieron ahí fumando un rato hasta que uno de ellos se dirige a la mujer que estaba al lado del globo.

"Ole, ole y ole, es usted la única madre que está pendiente de sus hijos" dijo el hombre muy eufórico a la chavala. Lo que no se esperaba era la contestación de ella que le dijo: "No soy la madre de ninguno, soy la del globo". El hombre solo alcanzó a decir "Ah" antes de callarse y asumir el corte que se acababa de llevar. Yo recogí un plato y fui a descojonarme fuertemente en la cocina porque fue una situación de vergüenza ajena.


Voy a cortar el rollo por aquí o se hará interminable. Si veo que os gusta puedo hacer una segunda parte recordando más anécdotas tanto divertidas como no tan divertidas de mi paso por la restauración y os pido que recordéis esto cuando salgáis fuera a comer:

Ser amable con el camarero no cuesta nada. Está claro que podemos cometer errores y muchas veces son reprochables pero hay que entender la presión bajo la que trabajamos en muchas ocasiones y las horas que llevamos encerrados en ese lugar para daros el mejor servicio posible. Y ante todo, nunca dejéis de propina monedas de céntimos (1 y 2 cnt), queda horrible.









Comentarios

  1. ¡Muy buen post! Me ha entretenido mucho y me ha resultado muy ameno. Yo también trabajo de cara al público y sé que hay que aguantar cada situación... Cómo será la cosa, que en dos ocasiones, los otros clientes han tenido que defenderme tras escuchar todo lo que algunos me decían.

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    1. La dualidad del que trabaja cara al público, gente muy correcta y gente muy incívica. Gracias por el comentario!

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  2. Yo me pongo negra cuando veo esas actitudes contra un camarero. Se ve cada cosa... Buenas anécdotas!! Ojala todas fueran como la propina del guiri!!

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